Desde chica siempre tuve muchísima curiosidad por el arte. Todo lo que tuviera que ver con crear, llamaba mi atención. Mis manos siempre fueron aliadas en este descubrimiento que día a día abarcaba más tiempo y cabeza en mi vida. No podía no pensar en como transformar algo. En como darle vida a simples materiales que por sí solos no decían nada. 

Y bueno pasé por todas las ramas, me fui perfeccionando en algunas y decidí que dos de ellas serían mi fuerte. Uno iba a ser un autorregalo, es decir, algo que me hiciera conectar, volver siempre a mi centro. El otro, iba a ser mi aporte para los demás. Hoy creo que los dos cumplen con ambas cosas.

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Como siempre estuve conectada con mis emociones, el  interiorismo era una de ellas; además de ser algo que disfruto enormemente, de esta forma podía mejorar la calidad de vida de las personas. No es sólo algo estético, en la mayoría de los casos la familia cambia, la interacción entre los individuos cambia mediante espacios ideados para compartir, para unir. Pero también  cada una de estas personas logra conectarse con su pedacito, en donde pueda ser y sentirse pleno, en donde pueda llevar a cabo y desarrollar sus talentos y deseos. ¿Cuantas veces escuchamos no tengo un lugar para tocar la guitarra así que esta ahí guardada? Bueno de esas casos hay infinito y me fascina ser parte de esa transformación.​

 

Mi otro pilar, y el que aquí comparto con ustedes, es pintar. Y este, como dije recién es como mi premio, mi auto regalo. Lo veo así porque mi sensación al pintar es de que en ese momento todo esta bien, todo está calmo. Es como un refugio. Las ideas aparecen solas y todo se va ordenando. A veces siento que el cuadro se pinta solo. En general la idea generadora no pasa por mi cabeza, pasa por mi sentir.